18 de abril de 2018 à 13:02
El entrenador obsesivo compulsivo
Dentro del maravilloso libro Atontados por el fútbol, también podemos encontrar el apartado dedicado a los entrenadores. Sí, ese nombre o mujer que se sienta en el banquillo, y marca durante muchos años a nuestros/as hijos/as.
Los entrenadores pueden ser de muchas formas, pero el primero que vamos a ver es El entrenador obsesivo compulsivo.
EL ENTRENADOR OBSESIVO COMPULSIVO
Dícese de aquel entrenador al que cualquier problema del equipo le preocupa hasta un punto en que se vuelve obsesivo con él.
Este tipo de entrenadores saca a relucir su lado más oscuro cuando un jugador tiene molestias o sobrecarga muscular. Lleva desde el primer día de la semana controlando como nadie la carga de trabajo junto a su preparador físico, cuando su mejor jugador nota molestias en la primera sesión de entrenamiento... ¡Mayday! ¡Alerta roja! Expresiones como echarse las manos a la cabeza o quedarse pálido son utilizadas como método de reacción en este entrenador.
A partir de aquí activa el modus operandi de obsesivo compulsivo. Todo en su cabeza se centra en que ese jugador llegue lo mejor posible al partido y esto genera una serie de cambios que se encadenan unos a otros, empezando por mostrar de manera indignada su preocupación al preparador físico y ajustar la carga de entrenamiento de cada ejercicio de tal manera que ni un especialista en entrenamiento deportivo sería capaz de llevar:
-Pedro, yo creo que hay que bajar la carga para esta tarea. Quítale medio minutito a la serie.
Pero estas modificaciones no son las únicas: comienza a producirse una vigilancia intensiva sobre el jugador, hasta tal punto que con la mirada y ciertos gestos serios le indica que reduzca la marcha un poco. Esta vigilancia continúa después del entrenamiento, acompañando al fisioterapeuta (en caso de que el club tenga) o, en su defecto , ya se busca las habichuelas para delegar a un colega suyo que entiende mucho de eso. Y por supuesto, no falta la receta mágica: mucho hielo después del entrenamiento: en el coche camino a casa, en casa y, si puede ser, hasta cundo se despierte. Vamos que si fuera por él se lo recetaría y le pondría una alarma cada hora para que se pusiera el dichoso hielo.
Tras esto, viene la correspondiente charlita sobre cómo cuidarse durante la semana:
-No vayas a hacer ningún esfuerzo, ni juegues, ni nada, ¿eh? ¡Reposo, sin moverte! Que no se te olvide el hielo.
Buenos consejos para un niño de doce años.
Llega el día del partido. La máxima atención del entrenador no se centra sobre el rival o su propio equipo, sino en el jugador lesionado, quien viendo el interés y las cuidadosa atención que ha puesto sobre él el míster, no se le ocurre decirle que la molesta un poco, pues por experiencia sabe que la primera respuesta sería:
-¿A que no te has puesto hielo?
¡Seguro que no has estado en reposo!
Fuente: Atontados por el fútbol
José Ignacio Navarro Díaz y Alberto Martín Barrero
Editorial Samarcanda
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